Del 4 al 13 de Octubre saca pecho en cloping y enseña tu...
Un vaso medio vacío
Cuando uno es abandonado por un ser querido es como si se le cerrara la puerta en las narices. Durante unos instantes se tiende a permanecer enfrente de esa puerta; la puerta de la casa donde hemos vivido en los últimos tiempos, observando la mirilla en busca de algún movimiento. Pero no se puede permanecer esperando señales, y mucho menos golpear la puerta en espera de respuestas a preguntas que quizás nunca fueron formuladas cuando estábamos cómodamente sentados en nuestro salón o retozando serenamente en nuestra alcoba. Uno tiene que respetar las decisiones personales con la misma nobleza con la que se festejan los triunfos. A veces, muchas veces, si nos quedamos en la puerta, veremos cómo alguien viene a ocupar nuestros antiguos espacios. A veces, otras muchas veces, veremos cómo la que fue nuestra persona amada sale de la casa dejando las llaves dentro, zanjando de un portazo y para siempre una historia que, como en la mayoría de la ocasiones, pudo ser infinita.
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