olmo
por Josón
Cuando volví a la casa donde desbrocé mi infancia descubrí que por la ventana de mi cuarto ya no se veía el olmo viejo que con sus ramas acariciaba la madera del alféizar y que le transmitía, a través de sus hojas, la humedad y el calor antiguo de todos los lugares de la tierra, haciéndole brotar la savia olvidada entre sus cicatrices, en un sortilegio invisible para todos menos para el sol. Y ya no se veía porque un día se cansó de alejarse de la tierra. Tanto se cansó que una buena mañana se tumbó a escucharle las entrañas durante una invisible tormenta. Se divorció de la vida sin ruido, mansamente, devolviéndole la luz a mi viejo cuarto, robándole su sombra, y dejando un paisaje inédito para mis ojos, que entendieron su decisión sin tardanza, con una serena pena ancha en el trasfondo.
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