El otro día una amiga compartió conmigo un tema que nunca me había planteado. Se acababa de morir un amigo joven y me dijo: “Estoy pensando que tengo que borrar su teléfono, y no puedo”. Me llenó de angustia los rincones con esa frase. Me enfrentó a lo material de nuestra existencia con una sola frase. ¿Cómo borrar su número de teléfono? El hecho de borrar un número del móvil es, en sí mismo, una nimiedad, pero el hecho de hacerlo, el borrarlo, alcanza connotaciones tremendamente inmateriales. Me produjo desazón y ese desasosiego compañero que siempre me aguarda bajo las telas. ¿Cómo borrarlo? Yo le dije: “¡No lo borres, no! ¡¿CÓMO BORRARLO?! ¡¿Cómo borrarlo?! ¡¿Cómo borrarlo?! ¡¿Cómo borrarlo?! ¡¿Cómo borrarlo?! ¡¿Cómo…?!”.