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por Josón
Defraudar, decepcionar, desilusionar. Dámaris, Dama para los más cercanos, decía que las relaciones, que no los amores y menos el deseo, se acaban, se extinguen, cuando esas tres “D” aparecen conjuntamente: defraudar, decepcionar y desilusionar. La decepción y la desilusión son palabras y acciones comunes. Por el contrario, defraudación es un término poco utilizado pero una acción igualmente frecuente, a la que se le suele acabar llamando fraude, que ya no empieza con “D”, con “D” de Dámaris.
La decepción pasa, la desilusión permanece, mejor dicho, la ilusión no vuelve. Por su lado la defraudación se instala a vivir en la comisura de algún recoveco, en las proximidades del alma, para mantener a la desilusión despierta el mayor tiempo posible y dilatar al máximo las treguas temporales que se establecen entre desengaño y desengaño, doloroso sentimiento que también empieza por “D”. Los círculos envolventes que intercalan los significados de esas tres palabras como un diagrama de Venn, nos hacen intuir que una sola de ellas sería suficiente para acabar con el amor más deseado; no obstante, la presencia de las tres es un infarto emocional con consecuencias devastadoras que dan al traste con el amor más emotivo. Defraudar, decepcionar y desilusionar: peligroso contubernio.
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