Que los pensamientos que de ti me alejan se presentan como fieles pesadillas. Que los deseos y los recuerdos se me añejan, con el tiempo, como viejas de rosario, como cuencas de reloj y manecillas ocultas de culto diario. Como sacerdotes de blanco ataviados se me presentan, desacordes, a destiempo y trasochados, anacrónicos recuerdos de mis futuros pasados. Garabatos de una vida en estampida, siluetas de una treta corrompida. Y entre el sueño y la vigilia me debato, a ratos libre, a ratos amordazado, por la hebilla que atornilla mi costura, y mi costilla que encarcela y encofra mi corazón ajado, de mi amar cansado, mi aturdido malestar, que viene y va, sin cesar, como fúnebres mareas de olas viejas, del mar cansado y consentido de mis grises despedidas. Después del trago, el mar, y tras el mar, me deshago; después del puerto, paz, e incapaz del mar me dejo entre los muelles las maromas de mi amarre, y fondeo en dique seco mis borracheras triviales y mis esperas eternas a una luz que no me acierta a encontrar, que no despierta mi luz, que vive de espaldas, al margen de mi constante quejido, de mi insolente latido destemplado y suspicaz. Inalterable quietud, vivo solo entre las ramas de este alud de sensaciones, entre canciones y risas, entre prisas y razones. Vivo solo en la desgana del mañana sin su risa, de mi orilla sin sus olas, ni mañanas para siempre. Vivo un desapacible sueño que me mantiene despierto, que ni duermo ni me muero, porque el sucio calendario me amenaza con sus meses con sus semanas, sus años, y me obliga a despertar.
0
1